El suelo es un ecosistema vivo y dinámico del que dependemos para obtener una buena productividad agrícola, base de nuestra cadena alimentaria.
También contribuye a la captación del carbono, lo que lo convierte en un elemento más en la lucha contra el cambio climático.
Esto supone motivos suficientes para prestar atención a su estado de salud y, para ello, a su contenido en materia orgánica.
Este contenido en materia orgánica es un factor importante porque afecta a las propiedades físico químicas del suelo.
El porcentaje de esta, presente en el suelo, y su tasa de degradación va afectar a la diversidad de organismos que viven en el suelo, a la disponibilidad de nutrientes para las plantas, a la estructura y porosidad del suelo, su capacidad de retención del agua, etc.
Sin embargo, la realidad es que nos encontramos con un porcentaje bajo de esta materia orgánica en el suelo (< 2%), sobre todo en los que están siendo sobreexplotados, lo que pone en riesgo de degradación a este recurso natural.
Para evitar esto, se ha recurrido a realizar aportes de materia orgánica extra a los suelos de explotaciones agrícolas, empleando para ello enmiendas orgánicas.
La función de estas enmiendas orgánicas es la de mejorar la estructura del suelo, reducir la erosión y actuar como banco de nutrientes.
Su aporte en el suelo aumenta la biomasa microbiana del mismo y su actividad, lo que contribuye a crear una reserva de nutrientes para las plantas. También favorece el potencial para capturar y almacenar el carbono en el suelo.
Estas enmiendas orgánicas, constituidas por desechos de origen vegetal, animal o mixto, pueden ser de origen sedimentario, enmienda húmica (turbas, lignitos o leonarditas), u obtenerse de un proceso controlado de descomposición microbiana aeróbica de residuos orgánicos. En este caso, estaríamos hablando del compost.
El proceso por el cual se obtiene este compost se conoce como compostaje y va a depender de factores como la naturaleza del residuo orgánico, de los microorganismos, del tamaño de las partículas, de la temperatura o del pH.
¿En qué consiste el compostaje?
El compostaje consiste en un tratamiento biológico de descomposición de la materia orgánica. Este tiene lugar en presencia de oxígeno (aerobio) e intervienen diversos organismos (hongos, bacterias, protozoos y rotíferos), en condiciones adecuadas de temperatura, humedad y oxígeno.
Se trata de un proceso lento, del que se pueden distinguir tres fases principales:
- La fase I o mesofílica: la materia orgánica está fresca y a temperatura ambiente. El proceso de descomposición se inicia de forma natural.
- La fase II o termofílica: se aumenta la temperatura y el pH para favorecer la actividad de las bacterias termófilas. Es cuando tiene lugar la máxima degradación y estabilización de la materia orgánica.
- La fase III o de enfriamiento: las fuentes de carbono y nitrógeno se han agotado, se libera agua por evaporación y se estabiliza el pH. En esta fase se completa la formación de ácido húmico.
Tras estas fases, viene la maduración del compost, a temperatura ambiente, que puede aún alargarse en el tiempo incluso meses.
Este tratamiento biológico se debe realizar en las plantas de compostaje, donde es posible controlar las condiciones y poder obtener, así, un compost de calidad y seguro para su uso.
El sistema más empleado en estas plantas de compostaje es el de pilas de volteo, que consiste en la formación de pilas o hileras (2 m de altura) que se voltean periódicamente para favorecer la entrada de oxígeno y se humedecen cuando es necesario. De esta forma, se evita la compactación de la materia orgánica que dificultaría su manipulación.
Normativa que regula el uso adecuado del compost
El compost que se produzca debe ofrecer garantías de calidad y sanitarias antes de su uso en los terrenos agrícolas, a fin de evitar posibles problemas sanitarios o medioambientales.
Para ello, se han establecido una serie de medidas sanitarias aplicables al proceso del compostaje, según se especifica en el Reglamento (CE) nº 1069/2009, que fija las normas que deben aplicarse para evitar la propagación de patógenos durante el proceso.
Y, también, se han establecido unos requisitos de control sobre el compost, antes de su uso como enmienda orgánica, que vienen regulados por el Real Decreto 506/2013, de 28 de junio, sobre productos fertilizantes.
Esta norma tiene como objeto fijar unas reglas básicas en materia de productos fertilizantes y procesos necesarios de coordinación con las comunidades autónomas.
Entre las medidas que se deben cumplir durante el uso y manejo del compost encontramos:
- El compost debe ser manipulado y almacenado en la planta de compostaje en condiciones que garanticen su adecuada higienización.
- Se debe realizar la limpieza de contenedores, vehículos y recipientes en zonas especiales designadas para ello y diseñadas para prevenir la contaminación de los productos transformados.
- Se hará uso de agentes limpiadores y equipos de limpieza necesarios, y se realizarán inspecciones periódicas de máquinas y entornos.
- Se debe disponer de un plan de control de plagas bien documentado. Las analíticas de control de patógenos de los productos finales serán realizadas en un laboratorio acreditado y se archivarán convenientemente.
- Las instalaciones y el equipo deberán mantenerse en buen estado de conservación.
- Se contará con un libro de registro con los datos sobre fechas de volteos, temperatura y frecuencia, que deberá quedar a cargo de la autoridad correspondiente para su verificación.
Enmienda orgánica de calidad a partir del compostaje del digerido
Un tipo de residuo orgánico interesante para la obtención de compost es el digestato obtenido como subproducto en las plantas de biogás.
Durante el proceso de digestión anaerobia (en ausencia de oxígeno) para la obtención de biogás a partir de residuos orgánicos (lodos de depuradoras, deyecciones ganaderas, residuos agroalimentarios o cultivos energéticos), se genera también un digestato o digerido que puede ser aprovechado para la obtención de abonos y/o compost orgánico.
La revalorización de este producto permite cerrar el ciclo de vida del carbono, estableciendo un modelo de economía circular para la gestión de estos residuos.
El uso de este digestato como compost implica un tratamiento previo de separación de fracciones (líquida y sólida) y concentración de las mismas.
Una vez separada y concentrada la fracción sólida, puede someterse al proceso de compostaje y de esta forma, convertir los nutrientes solubles y carbonos contenidos en complejos de humus más estables y de calidad.
Esta idea del aprovechamiento de los digestatos, tanto para la obtención de fertilizantes como compost orgánico, está adquiriendo gran interés en Europa, como un paso más necesario para lograr una industria agroalimentaria sostenible y basada en el modelo de economía circular.